Se preguntaba el humano un día
Sobre la naturaleza humana:
-“¿Tiene el humano esencia alguna?
Mi cerebro es poderoso y dice no”-
Echó a andar el humano,
Convencido de su razón.
Ese día
– Día como hoy-,
Se encontró el humano a un yigüirro
Conjurando su oscilante y ardorosa melodía.
Sintió curiosidad y preguntó:
-“Yigüirro, ¿por qué trinas?”-
El yigüirro se alegró y trinó.
Y algo se agitó en el interior del humano.
Luego se acercó el humano a un río,
Quien gustaba de cabalgar agrestes parajes.
Sintió curiosidad y le interrogó:
-“Río, ¿por qué fluyes?”-
El río se alegró y fluyó.
Y algo se agitó en el interior del humano.
Caminó al punto el humano.
Tropezó con un cortez amarillo
Que era todo un cosmos cadmio.
Se sorprendió el humano y le interpeló:
-“Árbol, ¿por qué floreces?-
El cortez se alegró y floreció.
Y algo se agitó en el interior del humano.
De pronto,
Se llevó la mano al pecho el humano.
Sintió un amable frenesí en su corazón,
Como si cantara, fluyera o floreciera.
Entonces,
El humano,
Alegre,
Amó.
Por: Enrique Paniagua
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